martes, 18 de junio de 2013

El Pacto PP-PSOE: Blindaje ante el fin el bipartidismo (o su propio fín).

En las últimas semanas el Partido Popular y el Partido Socialista han aparcado la aparente hostilidad que se han brindado mutuamente a lo largo de los últimos tiempos para mostrar una imagen de unidad, comenzando por un pacto para fijar una posición común ante la próxima reunión de la Comisión Europea. Además, se le ofreció al resto de las fuerzas parlamentarias (IU, UPyD, CiU, PNV…) participar para lograr un pacto de estado.

Sin embargo, poco a poco los partidos fueron descolgándose quedando predispuesto a acudir a la reunión (que no directamente a pactar) Unión Progreso y Democracia. Sin embargo, los representantes de esta formación no pudieron siquiera sentarse en la silla ya que populares y socialistas anularon la cita a las pocas horas de celebrarse.

Quizá en esta situación el pacto no hubiera sido un revival de los de la Moncloa, pero si hubiera sido un pacto entre tres fuerzas de carácter nacional que reúnen las simpatías de entre el 60 y el 70 % de los españoles, según las diversas encuestas de opinión que van surgiendo. Desde mi punto de vista, la voluntad de ambos partidos no era la de buscar una posición común y lograr mejorar la situación mostrando ante Europa y la comunidad internacional una imagen de unidad y trabajo, sino escenificar una foto fija que viene dándose en el Congreso desde hace más de 20 años: la del poder bipartidista del PP y del PSOE, con la presencia testimonial de los nacionalistas y formaciones “minoritarias”.

A lo largo de nuestra reciente historia parlamentaria, ni PP ni PSOE han mostrado mucha simpatía a la existencia en el parlamento de otras fuerzas de carácter nacional, temerosos quizá que su presencia podría socavar su poder. ¿Cómo lo han mostrado? En primer lugar, no han mostrado predisposición alguna a modificar una ley electoral actual injusta (ya que fragmenta el voto nacional y hace que un voto en Burgos no valga lo mismo que en Madrid) que ha dificultado mucho la entrada de “terceros partidos de carácter estatal”, como pudieron observar en su día los miembros del CDS, del partido de Miquel Roca o a día de hoy  de UPyD (cada escaño le cuesta 220.000 votos, a Geroa Bai 64.000) o de EQUO, que con 200.000, no tiene presencia parlamentaria. Por cierto, el propio Aznar admitió y confesó a Adolfo Suarez que el CDS “le estorbaba e iba a por el”: finalmente, logro hacerlo desaparecer y retirar de la política al primer presidente del gobierno de la democracia.

Por otro lado, su predisposición perpetua a pactar con los nacionalistas, que podrían ser tomados por ambos partidos como equipos de futbol que juegan en ligas diferentes y solo quieren sacar réditos para su afición, y aquí un ejemplo: en 1996, el PP gano con mayoría simple, pero con solo 15 diputados más que el PSOE: IU, con 23 diputados, podría haber sido la llave que hubiera dado a uno o a otro el gobierno. Sin embargo, ni Aznar ni González quisieron pactar con la formación de izquierdas, acudiendo finalmente el líder del PP a CiU, PNV y CC para obtener un acuerdo de gobierno a lo largo de la legislatura.

Rubalcaba afirmo el pasado 16 de junio que se sentía “razonablemente cómodo” en el pacto con los populares. Y no es para menos, durante muchos años, ambos partidos han mostrado una imagen de confrontación y de rivalidad, utilizando consignas como “que entran los rojos” o “cuidado que viene la derecha” con el objetivo de movilizar a su electorado fiel e intentar crear una sensación en la ciudadanía que podía tender más hacia una ideología u otra que, de ganar el partido con el que menos simpatizaban, podría cundir el caos (En 2008, Zapatero confeso a Gabilondo off the record que convenía que en la campaña electoral de ese año hubiera tensión)

En realidad, ambos partidos se encuentran muy contentos de que el otro exista, y es que son los artífices de la actual partitocracia en la que está instalada España: la que tiene el TC como una especie de “Congreso judicial”; la que defiende la unidad o el federalismo del estado pero cuando se ha encontrado en el gobierno no ha hecho nada por eliminar los conciertos económicos o ha entendido la unidad como permitir por igual el despilfarro y la sobredimensión administrativa de las CCAA a través de cientos y cientos de proyectos e infraestructuras innecesarias o empresas publicas cuyo único fin era crear trabajo para 50, 100 o 200 simpatizantes de uno, otro o los dos partidos o la del partido que consideraba en la oposición las subidas de impuestos “un sablazo” pero en el gobierno eleva la mayor parte de los tributos.

Populares y socialistas nos quieren vender ahora su pacto como una muestra  de unidad pero que en realidad es un intento de ambos por evitar una debacle en las próximas elecciones locales, autonómicas y generales, como señalan todas las encuestas; o puede que un paso previo a un pacto que permita blindar las políticas que han venido realizando durante más de 20 años, como ya ha sucedido en Grecia (entre el moribundo PASOK y la conservadora Nueva Democracia) ¿Sucederá en 2015 lo mismo en nuestro país? El tiempo y las urnas nos dirán si estamos ante un desgaste del bipartidismo, el fín de este o el de los dos propios partidos, como le ocurrió en 1982 en medio de una brutal crisis política y económica, a Unión de Centro Democrático, que paso de 168 a 12 escaños. 

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